El futuro del enoturismo depende de la implicación y el compromiso de los diferentes agentes de la zona.
A fin de conseguir la unión de todos ellos y articular un concepto claro desde el punto de vista del territorio y de los actores participantes, se ha optado por estructurar unas rutas o itinerarios que, perfectamente señalizados, recorran el área geográfica y ayuden a descubrir los diferentes agentes, los lugares históricos u otros enclaves de interés. Según Acevin, las rutas del vino son “los recorridos señalados y publicitados con paneles especiales en los cuales se insiste en los valores naturales, culturales, medioambientales,
viñedos y bodegas, explotaciones agrícolas individuales o cooperativas
abiertas al público; éstos constituyen el instrumento con el cual los territorios vitícolas y sus producciones relacionadas pueden ser divulgados, comercializados y disfrutados en forma de oferta turística”.
Los principales países europeos con tradición vitivinícola han creado una oferta turística en torno al vino, un modelo enoturístico patrimonial vinculado con la tradición. La “Strada del Vino” en Italia, la “Rota do Vinho” en Portugal, las “Routes des Vin” en Francia o las “Rutas del vino” en España, se han revelado como una excelente estrategia para articular todos los agentes del territorio y empezar a trabajar en la sensibilización turística de cada zona. En el caso de España, se ha constituido un “clúster” de producto con sus respectivas rutas vinícolas perfectamente asociadas a zonas específicas de nuestra geografía.
La mayor parte de las mismas ha venido organizándose en consorcios turísticos que se han encargado de diseñar y proyectar un conjunto de rutas propias, con las particularidades de cada zona. Sin ninguna duda, se trata de un trabajo eficaz como herramienta de promoción a nivel de país.