La cohesión territorial, premisa básica para convertir un territorio agrícola en un destino turístico
El enoturismo ha de suponer la puerta de entrada a nuestras comarcas tradicionalmente agrícolas. Las empresas agroalimentarias están estrechamente vinculadas al sector turístico, cultural y patrimonial. El patrimonio agroalimentario de la región debe convertirse en una locomotora del desarrollo económico territorial. Ha de integrar los negocios locales, estimular la cooperación entre las diferentes empresas de la demarcación y mejorar las condiciones de vida de sus habitantes. Pero estos avances no deben proyectarse únicamente en el sector enológico sino que se han de extender también al turístico.
El enoturismo constituye una pieza clave para la cohesión territorial. Los recursos agroalimentarios, la hostelería, la restauración, el comercio especializado, las propias instalaciones del elaborador y el paisaje del vino son los principales reclamos turísticos de una zona. Sólo a partir de ellos podrán empezar a dinamizarse proyectos turísticos de desarrollo sostenible con sensibilidad medioambiental.
La singularidad del territorio, formado por la suma de las identidades de sus gentes, la diversidad de sus productos autóctonos, sus tradiciones y su manera de vivir, debe fomentarse. No puede olvidarse que una denominación de origen vinícola es diferente a un destino turístico. Conviene tener en cuenta el binomio turismo y vino. Y la fórmula infalible, “necesidad recíproca, beneficio mutuo”. Por este motivo, se hace necesario empezar a trabajar en la creación de productos turísticos diferenciados, donde queden reflejadas las particularidades del territorio y la personalidad de todos sus actores y sus productos.